
La primera vez que me apunté a un curso de fotografía fue en la universidad, sobre el año 2006, mientras me sacaba la carrera. Era la única mujer del grupo. Durante las prácticas en el estudio me insistieron en que fuese yo la que posara para las cámaras (por lo que no pude hacer fotos) y en las prácticas de exterior, mis compañeros hicieron fotos a mi trasero y a mis pechos, justificando entre risas que eso era “el paisaje”. Durante el visionado de las fotos, a todos les pareció divertido, incluso al profesor, quien hoy día sigue en plantilla como docente universitario.
Mi primer trabajo con la cámara fue como reportera gráfica para un periódico. Me encargaron cubrir las fiestas de la Magdalena, por lo que coincidí con otros compañeros de prensa. En todos los eventos éramos solo dos mujeres, el resto eran hombres. La otra chica ya era una buena y consolidada fotoperiodista de Castellón. Sabréis quién es porque no hay otra. Nunca hemos hablado pero siempre he querido preguntarle si a ella, cuando empezó, sus compañeros también le decían: “aparta niña, que tengo que trabajar” o “si quieres luego te envío yo la foto”, o si también recibía comentarios sobre qué diafragma poner o qué objetivo debía llevar, es decir, lecciones de fotografía sin haberlas pedido y sin que le preguntasen antes ni su nombre, ni cuál era su experiencia académica o profesional.
Ahí empezó todo y tuve que pasar por vivencias similares en otros medios. Por suerte, más tarde encontré el camino con otros compañeros que me llevaron a la mejor práctica del lenguaje fotográfico y a la docencia, haciéndome ver de otra forma esas experiencias y sobre todo, ayudándome a entender qué es la fotografía. Con los años y mucho esfuerzo, abrí otras puertas.
Hoy dirijo el Aula Foto Cine Lledó junto a un hombre. Él se encarga de formalizar los presupuestos con los docentes e imparte algunas sesiones en los cursos sobre una parte técnica de la fotografía y, además, dirige la tienda de la que forma parte el Aula. Yo me encargo de buscar buenxs docentes, de preparar la programación de los cursos, de gestionar eventos culturales, de comisariar exposiciones, de reunirme con alumnxs para la edición y tutorización de proyectos y de dar clases de lenguaje fotográfico, de narrativa audiovisual y también de técnica fotográfica, además de a otros trabajos de igual o mayor valor y dedicación. Afortunadamente, ambos nos ayudamos, nos apoyamos y nos complementamos laboralmente.
Ambos vemos que las clases están llenas de mujeres, sin embargo, seguimos enfrentándonos a diario a acciones desigualitarias, tales como las siguientes:
- Cuando mantenemos una reunión, las miradas y preguntas se suelen dirigir solo al director, no a la directora.
- Recibimos porfolios de hombres que se presentan como posibles docentes, llenos de fotos de mujeres con un mismo patrón estético y generacional, posando de forma similar.
- Nos llegan revistas de cámaras y técnica fotográfica en cuyas portadas aparece una mujer diferente, pero del mismo patrón anterior, retocada –sin poros en la piel–, en cada uno de los números.
- Los representantes de las marcas de cámaras que nos visitan son todo hombres, así como sus directivos.
- ¿Alguna agrupación/colectivo por aquí en el que la mayoría de las personas integrantes sean mujeres? ¿Cuántos hay? Es más, ¿con alguna mujer en el grupo?
- “Ah, ¿pero tú te encargas de eso?”.
- “Profesora, ¿por qué las exposiciones de PhotoEspaña son casi todas de hombres?, ¿por qué casi no hay fotolibros de mujeres?”.
- Etc.
Sí, hay desigualdad en el mundo de la fotografía.